sábado, 21 de marzo de 2009

La fuente fatua

Cuando José Barroso llegó a Bel Paese, la jungla privada en la propiedad de las hermanas Rotondo era lugar de peregrinación de impotentes y frígidas. Ema y Beatriz la habían cercado y cobraban una módica entrada por revolcarse en lo que una vez había sido un macho cabrío de hombre. Cortaron la ropa de Reginaldo en pedacitos de dos por dos y los vendían como reliquias. No hacían mal a nadie y tenían su pasar.
José había comprado la propiedad que colindaba, por un lado, con la de don Funes, un viudo con cinco hijas, y por el otro, con las Rotondo y su selva del patio que, con los años, se había colado despacito por entre el alambrado y llegaba hasta la mitad de sus tierras. Del otro lado, nada, polvo y el espanto del remolino del diablo a hora de la siesta. Cuando José se hubo instalado en su rancho, fabricado a la usanza de la sierra, comenzó a desmontar la frondosidad verde que amenazaba con tragarlo todo, para sembrar allí frutales. Ya tenía comprados ciruelos y manzanos, duraznos y nogales, y hasta se dio el lujo exótico de mandar a pedir algunos arbolitos de palta y otros de mango. El problema era que, después de haber trabajado desmalezando la selva a brazo partido en el día, ésta volvía a crecer durante la noche y al rayar el sol estaba igual que antes.
Esta situación se repitió durante meses seguidos. Buscó consejo en todas partes, hasta en la capital de Puntania a un lado del cerro y en la de Ítalonia que estaba del otro lado, pero nada. Todo lo que le aplicaba al campo tenía la misma consecuencia, resultaba en ese momento y al día siguiente otra vez la misma historia. José no sabía ya qué hacer, para su simple mente eso era cosa de mandinga, así que decidió traer al cura párroco de Bel Paese para que le bendijera la tierra y les echara agua bendita a los yuyos, a ver si así se secaban. El padre Camilo, que por esa época era un padrecito fresco, recién salido del seminario, ofició la ceremonia en el latín más solemne que le salió. Pero como Dios no castiga, según dicen, sino que pone pruebas, al día siguiente José despertó asfixiado por el olor a humedad sanguínea que se había filtrado en el rancho. Prendió la vela que tenía sobre la mesa de luz sólo para descubrir que estaba envuelto en una frazada verde y viscosa. Se deshizo a faconasos de la silvestre trampa y salió afuera a los tumbos y medio asfixiado, entonces pudo ver cómo la voracidad de la jungla se había tragado todo su terreno. Su precaria casita tenía potus reptando por los postes, en los travesaños del techo crecían helechos de todas clases y entre las chapas se colaba una masa verdusca e indefinida de musgos. Con el tiempo, se acostumbró a dormir abrazado a un machete, con el filo hacia arriba, así tardaba menos en desembarazarse del mortal abrazo.
Estaba cansado, asustado hasta los tuétanos de despertar amortajado con enredaderas, cuando Ema y Beatriz Rotondo lo fueron a visitar.
– “¿Es usted virgen? - “le preguntaron a quemarropa.
- “Pues no sé a qué semejante pregunta, pero si tanto le interesa sí, y a mucha honra señora. -“dijo él estirando el pecho lo mas que pudo para disimular su vergüenza.
Entre ambas le explicaron que lo de la selva era una maldición de Reginaldo. Ellas le habían encontrado la vuelta a su patio encantado y resultó ser una buena fuente de ingresos, y además genuina, ya que los afligidos peregrinos se volvían fructíferos. A lo mejor a él le pasaba lo mismo con sus tierras.
Para el caso de la selva indómita de José, hacía falta una pareja de corazón y cuerpo puros que caminara en ayunas por dos días hasta el corazón del antiguo algarrobal que subía el cerro, hasta hallar el lugar donde había muerto Felipe Torero. Encontrarlo no era difícil porque desde una legua de distancia se percibía el dulce aroma a flores y un enjambre heterogéneo de insectos volaba en esa dirección constantemente, sólo había que seguirlo. Al ir acercándose, debía uno hacer visera con la mano porque el resplandor multicolor hería la vista.
-“ Cuando lleguen allí deben juntar un poco de agua cristalina de la vertiente que brota entre las costillas fosilizadas de mi cuñado”- seguía explicando Ema – “ Enjuáguense la boca si quieren, pero no tomen de esa agua, enjuaguen sus rostros sus manos y sus pies, y regresen”- prosiguió Ema- “ nosotras les dejaremos alimentos a mitad del camino”
Las mujeres explicaron que en sueños se les aparecía Felipe y les daba instrucciones veladas que ellas dos iban desentrañando de a poco. También le dijeron que le pidiera una hija prestada al vecino, don Nicanor Funes que tenía cinco y, según las lenguas largas de las viejas del pueblo, todavía no conocían varón. Así lo hizo José, y aunque temblaba hasta en las entrañas cuando hablaba con don Nicanor, él sólo lo miró en silencio. Al cabo de un rato, cuando José terminó de contarle, el hombre llamó.
–“Blanca Pura, Clara Inocencia, Alba Virginia ¡vengan aquí!” - a las otras dos no las llamó porque eran muy niñas para la agotadora empresa.- “Elija usted-“dijo
José no podía dar crédito a sus ojos, todas, hasta las niñas que se asomaban riendo por el hueco de la puerta, eran de una belleza prístina. Con la boca abierta y sin poder hablar del asombro dejó que sus ojos atónitos se pasearan por tamaña colección de reinas de la cosecha, pero señaló a Blanca. Una mujer completa, de electrizantes ojos azules y tez pálida, su pelo de noche cerrada caía en ondas grandes hasta las amplias caderas. Sus ademanes eran medidos y su voz dulce y mesurada.
-“ Alístese m’ hija que tiene que acompañar al hombre acá, hasta la fuente fatua”-y volviéndose hacia José- “listo vecino”- dijo don Nicanor- “Véngase con la fresca a buscarla. Ahora vaya nomás y descanse”-
Esa noche José soñó sueños prohibidos. En todos estaba Blanca resplandeciente en su virginal desnudez, rodeada del frescor de la selva maldita que con mano agreste la atrapaba y la hacía suya frente a la mirada impotente de José. Al despertar esa mañana en su usual mortaja, sudoroso y agotado por el increíble sueño, había a la altura de su corazón una radiante campanilla carmesí.

Con Blanca a la par, caminaron dos abrasadores días, descansaban por la noche y sólo tomaron un poco de agua que don Nicanor les dio junto con los últimos consejos. Al llegar a la fuente encontraron un esqueleto de piedra, de entre sus costillas, donde habría estado el corazón, brotaba un manantial ocioso de agua transparente y fresca. Alrededor crecían todo tipo de plantas y sus flores espesaban el aire con sus aromas. Los insectos que habían visto en procesión incesante por el camino, retozaban entre la fraganciada variedad multicolor. Blanca no perdió tiempo, se lavó la cara, las manos y los pies. Luego se enjuagó la boca y accidentalmente tragó un sorbo de agua. Su cara de alarma se distendió cuando José hizo lo mismo. Se rieron y comenzaron a jugar salpicándose de a poco hasta que en el paroxismo del juego, cayeron en la cuenta de que se habían desligado de todas sus prendas y estaban frente a frente obnubilados de la belleza del cuerpo joven y hambriento del otro.
Por la mitad del camino, encontraron el saco con provisiones y se devoraron la carne y el pan con chicharrones, el queso, el salame y las frutas, y lo llenaron de flores. Jazmines, rosas, gladiolos, orquídeas, amapolas, nomeolvides, y cuanta flor conocida o no, se daba cita en el oasis. Al final del camino, cuando ya se divisaba el polvo del campo de los Funes, estaban las Rotondo esperándolos. Ema se hizo cargo de Blanca mientras que Beatriz de José. Les dieron un brebaje oscuro y maloliente a beber, y rezaban en una lengua extraña mientras con un habano encendido les soplaban el humo en la cara y el cuerpo. La cara espantada de las hermanas les avisó que de alguna inexplicable manera, estaban metidos hasta el cuello en un problema sin sentido. “- abre el saco”- mandó Ema. La abultada bolsa de arpillera estaba repleta de flores, pero sorprendentemente para la pareja, sólo había una variedad: pasionaria.
Entonces Beatriz, luego de reprocharles no haber seguido las instrucciones al pie de la letra dijo
– “ Blanca, estás preñada “-

6 comentarios:

  1. MAMAA COLOOOO!!!!!

    TE ACORDAS DE MI NO??

    PANCHI EL VECINO DE SU HIJO... ME ADOPTASTE ESE DIA TE ACORDAS? JE... QUE ME ALIMENTARON Y NOS CHARLARON MUY LINDA LA VISITA.

    hoy le escribi a tu hijo para preguntarle la dire de tu blog que yo no me acordaba. yo hace mucho que no voy a SL proq me opere de la rodilla el martes de la sem pasada. pero ya estoy muy bien y espero el lunes volver a SL.
    esta noche voy a leer los dos cuentos que hasta ahora solo pude pispearlos un poquito porq estoy con gente y no me dejan tranquilo... pero despues los leo que seguro estan geniales...

    un beso grande!

    (y cdo quieras ir a SL de nuevo avisa y yo les cocino jaja)

    fran!

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  2. waw atrapante las dos historias mama colo...
    supongo que hay una tercera?
    bha esas son mis ganas... me dejo con sed de mas ja...

    me intriga mucho la historia... y mas saber en que te basaste que te nacio de escribir esa historia...

    un abrazo grande!

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  3. buenas...
    aca te dejo mi opinion del segundo cuento:
    mejor que el anterior! aunque no huno tantas tripas esta vez, estoy satisfecho
    vamos con panchi y con la masa: otro!


    ASTERIX

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  4. Buenas:-) así que de Tafi Viejo city también? jeje...Gracias por pasar por mi blog. Yo pasé por acá y me quedé viendo el jardín de alegrías del hogar que pusiste a un costadito. Me gustó mucho tu blog. Un abrazo muy grande. Nos estamos leyendo

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  5. sigue escribiendo, tienes puntería.

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  6. ¡Hola, Krebs!
    Después de un año sin pasar por tu blog -¡Cielos! ¡Cuántas cosas han pasado!- encuentro este maravilloso cuento ("La fuente fatua") No perderé el tiempo desmenuzándolo; pero sí que es obligado decir que "engancha", que la historia se mete hasta la médula y que es una muy bonita historia. Me quedo con las ganas de saber el origen de la inspiración, algo que, como veo, algunos de tus seguidores ya sabe.
    Un saludo.
    J. Carlos

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